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La ganadería no es parte del problema, sino parte de la solución

Ante la declaración de interés ambiental por parte de la Legislatura Porteña de la campaña “Lunes sin carne” y otros proyectos similares que se conocieron en los últimos días, es importante remarcar que nuestro sistema de producción mejora la fertilidad del suelo, evita la erosión y es beneficioso para la biodiversidad. Además, la carne vacuna es un alimento de alta calidad, rico en nutrientes esenciales como los aminoácidos de alto valor nutritivo que nuestro cuerpo no puede sintetizar en las cantidades adecuadas.

La ganadería no es parte del problema, sino parte de la solución

En el mundo se utilizan 2.000 millones de hectáreas de praderas y pastizales para la producción de ganado, de los cuales 1.300 millones sólo pueden ser pastoreados y no utilizarse para cultivos destinados al consumo humano.

En nuestro país, el aporte de la ganadería vacuna a las emisiones totales del planeta es de solo 0,15 %. Se destinan aproximadamente 65 millones de hectareas a la ganadería, tierras que no son aptas para la producción de otro tipo de alimento para el hombre. El uso de un área de tierra tan significativa a través del pastoreo implica que el secuestro de carbono (CO2) atmosférico en el suelo es más relevante de lo que se pensaba anteriormente.  La energía utilizada por el ganado para vivir deriva de la fijación de CO2 a través de la fotosíntesis por parte de las especies forrajeras que consumen. El CO2 permanece en la atmósfera por mucho más tiempo que el metano producido en la digestión de los alimentos por los vacunos. Por lo tanto, si bien el valor de emisión del metano es mayor, cuya magnitud es motivo atcualmente de revisión, al permanecer menos tiempo resulta en un efecto ambiental neto menor.

Cuando se habla de emisiones, el lobby de los países más industriales y contaminantes del mundo ha impulsado con una fuerte política comunicacional que se le preste atención exclusivamente a las emisiones pero no al secuestro. Ello pone en un pie de desigualdad a la producción de ganado vacuno, por ejemplo en nuestro país los factores por defecto provistos por el IPCC subestiman en un 32% la acumulación de carbono en la biomasa aérea de los renovales. 

Los sistemas de producción basados en el pastoreo contribuyen a mejorar la fertilidad del suelo, evitan la erosión, son beneficiosos para la biodiversidad y, en el caso particular de la agrosilvicultura, adicionalmente mejoran los ingresos de los productores derivados de la madera y el ganado que pastorea las forrajeras implantadas en el monte.

El tan difundido Long Shadow Report (Informe de la Sombra Larga) de FAO (2006), citado en los considerandos del proyecto presentado en la Legislatura porteña, asevera que el ganado vacuno es responsable del 18% de los gases de efecto invernadero emitidos en el mundo. El mismo equipo de la FAO revisó ese valor siete años después y bajó su estimación al 14,5% Tackling Climate Change Through Livestock (Resolviendo el Cambio Climático a Través del Ganado) FAO 2013, reconociendo las incertidumbres de las primeras observaciones y resaltando las imprecisiones de las actuales mediciones.

Las afirmaciones que favorecen una ingesta baja de carne son cuestionadas científicamente. La carne es un alimento de alta calidad bien conocido por los seres humanos rico en nutrientes esenciales, como los aminoácidos de alto valor nutritivo que nuestro cuerpo no puede sintetizar en las cantidades adecuadas, EPA (ácido eicosapentanoico), DHA (ácido docosahexaenoico) omega-3, hierro hem, vitaminas B12 y D3, creatina, carnosina, taurina, particularmente importante en el desarrollo cerebral de los bebés. Esto último es relevante ya que estudios llevados por equipos de profesionales del Hospital Garrahan de Buenos Aires han demostrado el riesgo, particularmente en lo que hace a deficiencia de vitamina B12,  que corren las madres veganas que no incluyen carne en sus dietas antes de la concepción hasta el final de la lactancia materna. Caso semejante lo constituyen comunidades que presentan inmunodeficiencia infectadas por el VIH/SIDA (FAO, 2014). Por no decir el efecto de la falta de todos estos nutrientes en sociedades menos prósperas donde el hambre y la desnutrición son frecuentes. Por lo tanto, el consumo de carne debe considerarse también como una contribución para alcanzar el Objetivo número 2 Hambre Cero de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas.

Por eso, es importante destacar que la ganadería vacuna no es parte del problema sino parte de la solución.


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